Grisáceos susurros soplan mis oídos.
Las ondas sonoras me acarician mientras vibran, se sienten corrugadas, interrumpidas. Ronronean los sonidos, el viento barre mi cara mientras se lleva mi piel muerta y me deja limpios los poros.
Mi ojo quiere saltar de su cuenca, quiere ver más allá de lo que puede ver, se siente atrapado entre pieles que no lo dejan interactuar con el medio,
el rango de movilidad y visualización es nefasto para la grandeza que se encuentra en la infinidad de mi negras pupilas.
Ellas respiran.
Se achican expanden crecen decrecen inhalan exhalan laten fluyen se contraccionan se acalambran se relajan se estiran se deforman vuelvan hacia fuera como barro, como petróleo
combustible
y fuego, el fuego progenitor del humo bailarín.
Se expande, expansiva como una onda sonora que grita notas perfectas.
La amargura de las secreciones de químicos combinados en una sinfonía visual perfecta me saluda dibujada en las volutas de humo que danzan redactando historias ...
Mentales, ligeras, volátiles, lunares
caleidoscópicas infinitas imperecederas incorpóreas invisibles.
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