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9/12/13

Empty. Ente.

Mañanas incompletas que abundan en vagancia.
Emoción de viernes a sábado y de jueves a sábado. Fines de semana atiborrados de sustancias psicoactivas dispuestas a darme una mano para escapar de mi misma, siempre queriendo salir de mi.
Siempre viajando astralmente. Y me paralizo, escucho. 
Cuánta conciencia de mi soledad en este año.
Impresionantemente, el mundo se las arregló para demostrarme mi autonomía. Mi individualidad. Mi introspección, soledad, autoayuda.
Pero no aprendo, no trasciendo. La soledad me desespera, me abruma, me asusta, daña, intimida.
Me desarma y me asfixia en su insoportable compañía. En su insoportable existir en mi interior.
Si ignorara mis sentimientos mi vida sería hiper llevadera. Si tan sólo no fuese tan sensible y receptiva.

Y comprensiva. 

Estoy aburrida y conciente de ello.
La conciencia es un gran peso, un gran enorme reverendo peso insoportable y placentero a la vez.

No sé por qué tanto vacío pesando extremadamente.

Quiero que llueva estrepitosamente mientras saturo mi cerebro de música para lluvia. Que llueva y viajar. Que llueva y caminar, huir, alejarme.
Paso tras paso distanciandome de las cosas que me hacen mal. Que me acalambran el corazón que amenaza con no latirme más.

Huir huir huir de mi soledad pretendiendo enamorarme.
No quiero que las sombras que caen del cielo anulen mi luz, y está pasando justamente. Tanto de nada.
Amputar mis lágrimas, mis celos incontrolables que me destruyen la cabeza.
Apuñalar pensamientos hasta asesinarlos.

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