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26/11/13

Desde tu lengua hasta tus huesos

Solía creer que jamás podría nadar en la profundidad de una mirada y volver a estar a gusto con  ello. 
Solía creer que jamás podría rendirme ante... Un par de ojos en los que me caí. La profundidad del espejo del alma. Aunque no creas en ella.
Vi una piel blanca en la que me sentí inmersa. En la que quería acariciarme.
Vi una psiquis aturdida, ensimismada, lastimada. Y la quise curar. Besarla, acariciarla.
Vi una intensidad en todo su ser que me provocaba la necesidad de ser suficiente para que no sintiera carencia de comprensiones.
Te vi y me gustaste tanto.
Vi un par de labios entregados a la calidez de un beso húmedo. Caliente. Suave, tierno.
Labios besaban con una sutileza deliciosa, y la desenfrenada pasión que necesita cualquier mente para desequilibrarse y dejar de funcionar racionalmente.
Me aturdí.
Vi como poco a poco la necesidad de contemplar(te) los ojos, la piel, la psiquis, los labios y la subjetiva perfección de su bellísimo ser, crecía hasta tornarse: insoportable-placentera-mente adictiva.
Mi adicción.
Adicciones que desbordan sensaciones. 
Sensaciones que se tornan adictivas, placeres, caricias, manos, besos, calores, suspiros, acciones para sentir.
Para sentir que te quiero.
Para sentirte dentro mío, fuera, arriba, abajo, detrás, adelante, en mi cabeza, en mi pelo, en mis pulmones y mi saliva.
Sentirte incrustada en mi piel. El alivio de sentirte conmigo. 
Cerca. 
El alivio que me extasia cuando me quemo de poseerte . Lamerte, saborearte, devorarte... 
El alivio de endulzarme los oídos, la piel, el sexo. 
De tus abrazos que acercan mi cuerpo al tuyo para que nuestros latidos se armonizen.
Para que nuestros interiores se besen.
Y te disfruto tanto. Disfruto tanto cuando me transmitís lo que sentís por dentro con tus sentidos corporales. Un beso, una caricia, una mirada. Un gesto: que te muerdas el labio inferior me desata las ansias de tocarte. Explotarte. 
Quiero sentirte tanto que te muerdo. 
Te rasguño. Te lamo.
Te beso.
Te daño.
Y no me alcanza.
Es como si quisiera meterme en vos... Y eso quisiera, incrustarme y quedarme con vos. Que me quieras porque sí. 
No soportaría atravesar la sensación de vacío de algo que tanto me llena. Me sonríe, me 
alegra, me intensifica en intensidad de sentir. Me regocijo de placer y bienestar con tus actos y palabras dulces. Suaves.
Feroces. Sexuales.
Sos la perfecta combinación que se necesita para caer perdidamente, de una manera hermosa.

Y escribiendo estas líneas mi cerebro acaba de comprender por qué sos tan preciosa.
Sos la adicción de poseer un ideal que se materializó. Y superó las expectativas.

Yo no sé medirme.
No sé entregarme de a pedacitos. No sé no rendirme ante tu mirada.
No sé de medidas ni trozos en buen estado, sino de aquellos trozos mutilados que quedaron devastados por corazones que explotaron de dolor. Son esos los que conozco perfectamente.
Y quiero que me ayudes a conocer la alquimia necesaria para transformarlos en fragmentos extasiados de felicidad y bienestar. Y regalarte-me- toda.

El tiempo no es una condición para querer a alguien. Es un regalo para disfrutar de ese querer mutuo sin importar cuánto pase.

Te quiero desde querer tu mirada, tu aroma y tus venas, hasta querer poseerte bajo mis piernas lo más que pueda. Y sé cuánto te gusta esa frase. Y no sabés cuánto me gusta sentirlo así.
Te quiero desde tus caricias y tus besos en la frente, hasta las explosiones de placer que me provocas. Te quiero desde tu lengua hasta tus huesos. Te quiero desde quererte hasta no querer dejar de hacerlo más.

Te quiero.
Tanto te quiero.

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